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jueves, 30 de junio de 2011
domingo, 26 de junio de 2011
Erotismo y Arte erótico
Erotismo y Arte El arte es una disciplina o actividad, pero en un sentido más amplio del concepto, decimos que el talento o habilidad que se requiere para ejercerlo está siempre situada en un contexto literario, musical, visual o de puesta en escena.
El arte involucra tanto a las personas que lo practican como a quienes lo observan; la experiencia que vivimos a través del arte puede ser del tipo intelectual, emocional, estético o bien una mezcla de todos ellos.
En la mayoría de las sociedades y civilizaciones, el arte ha combinado la función práctica con la estética, pero en el siglo XVIII, el mundo occidental decidió distinguir el arte como un valor estético que, al mismo tiempo, contaba con una función práctica.
Si buscamos una definición de arte de índole más “pura”, decimos que es un medio por el cual un individuo expresa sentimientos, pensamientos e ideas; es así como vemos a este conjunto plasmado en pinturas, esculturas, letras de canciones, películas y libros.
Las bellas artes centran su interés en la estética, nos referimos a la pintura, danza, música, escultura y arquitectura; las artes decorativas suelen ser utilitarias, es decir “útiles” específicamente.
Aunque nos resulte difícil creerlo, la definición de arte hace un paralelismo con la ciencia; se asegura que tanto el arte como la ciencia requieren de habilidad técnica; tanto los artistas como los científicos tratan siempre de impartir un orden partiendo de sus diversas experiencias vividas.
Ambos pretenden comprender el universo en el que habitan y se desarrollan, hacen una valoración de él y transmiten lo que interpretan a otros individuos; de todas formas no podemos establecer una paridad entre el arte y la ciencia, existe una diferencia esencial entre ambas:
Los artistas seleccionan las percepciones cualitativamente y luego las ordenan de manera que manifiesten su propia compresión cultural como personal, mientras que los científicos estudian las percepciones de los sentidos no de manera cualitativa sino cuantitativa y así es como descubren leyes que reflejen una verdad universal y única.
Erotismo es una palabra formada a partir del griego ἔρως: érōs con que se designaba al amor apasionado unido con el deseo sensual. Tal sentimiento fue personificado en una deidad: Eros (Téngase en cuenta que en griego moderno la palabra erotas alude al amor romántico).
En castellano y otros idiomas modernos el término «erotismo» connota y denota a todo lo relacionado con la sexualidad y no simplemente con el acto sexual físico sino también todas sus proyecciones.
De este modo el erotismo puede observarse en combinación con la libido, término más usado por el psicoanálisis de tipo freudiano. El erotismo trata de todo aquello que emana de nuestra zona libídica y está relacionado con el sexo y con el amor erótico.
El adjetivo erótico nos indica que el tema a tratar está relacionado con el sexo dependiendo del sustantivo al que califica. Tenemos, por ejemplo, la pintura erótica, la literatura erótica, o la moda erótica.
La palabra más usada comúnmente y procedente del inglés es "sexy" que vendría a reflejar el interés erótico de una persona o de un objeto.
Se denomina arte erótico a aquella manifestación humana que provoca placer que involucra definirlo, el límite es casi imperceptible entre placer “espiritual y “físico”. Existe un género dentro del arte definido, por su temática, como erótico: literatura erótica, pinturas o esculturas eróticas. En general, se suele nombrar como arte erótico aquel que provoca un placer que involucra al cuerpo. Sin embargo, nos dice George Bataille:
“La mera actividad sexual es diferente del erotismo; la primera se da en la vida animal, y tan sólo la vida humana muestra una actividad que determina, tal vez, un ‘aspecto diabólico’ al cual conviene la denominación de erotismo... Aquellos que tan frecuentemente se representaron a sí mismos en estado de erección sobre las paredes de una caverna no se diferenciaban únicamente de los animales a causa del deseo que de esta manera estaba asociado -en principio- a la esencia de su ser. Lo que sabemos de ellos nos permite afirmar que sabían -cosa que los animales ignoraban- que morirían.”Georges Bataille, Las lagrimas de Eros. Trad. David Fernández. España. Tusquets.1997. Pág. 41
La sola actividad sexual no se puede clasificar de ninguna manera de erotismo, en la vida animal se da la actividad sexual meramente reproductiva como para prolongar la especie, en la vida humana, erotismo es la capacidad que el hombre tiene de convertir un momento de unión corporal en el deseo y delirio infinito, capaz de romper con normas que están ya establecidas que conllevan obligaciones, quedando como “maquinas sexuales” que testimonian, en la relación sexual, la ausencia del erotismo.
El erotismo no es algo que solo los actuales humanos hacen uso exclusivo, los primero habitantes que aparecieron en la tierra, hace 40 mil años tenían un comportamiento sexual complejo del que se dejaron como testimonio de lo más puro de sus emociones, en las pinturas y sus utensilios personales.
Imágenes un tanto abstractas que simbolizan vulvas y penes por medio de puntos y líneas son otras expresiones artísticas con las que el hombre primitivo documentó su actividad sexual.
“Venus de Willendorf una de las piezas más conocidas de la época prehistórica de origen paleolítico, representa la fertilidad.
La figura de esta mujer desnuda, de unos 11,1 centímetros de alto, 5,7 de ancho y 4,5 de espesor con 15 centímetros de diámetro y regordeta, fue esculpida monolíticamente en piedra caliza oolítica, que no es local en la región, pintada con ocre rojo.
El conjunto respeta la ley de frontalidad aunque la cabeza parece "mirar" ligeramente hacia el seno mamario derecho.
Parece ser una representación convencional, no realista, ya que su abdomen, vulva, nalgas y mamas son extremadamente voluminosos (en las nalgas: esteatopigia), de donde muchos estudiosos han deducido una fuerte relación con el concepto de la fertilidad.
Los brazos, muy frágiles y casi imperceptibles, se doblan sobre los senos; y no tiene una cara visible, estando su cabeza cubierta de lo que pueden ser trenzas, un tipo de peinado o una capucha, la cabeza se encuentra inclinada hacia adelante.
El abdomen posee un notorio hueco que figura al ombligo. El abultado pubis se expande por sobre los gruesos muslos.
Aunque las piernas son anatómicamente muy acertadas las rodillas están juntas y los pies que no han sido representados (o se han perdido) estarían separados, terminando la escultura a la altura de los tobillos. Las primera representaciones eróticas de la cual tenemos conocimiento, más o menos explicitas de acuerdo con la cultura que la que se pertenecían pero siempre reflejando la relación amorosa y sensual entre los seres humanos, los deseos, las posturas, etc. La palabra “erotismo” nos ha llevado a girar sobre ella con “perversión”, es ella la que transmite su poder a las otras palabras. No un objeto sino la palabra misma. La palabra sometida a la coacción de una gramática y una retórica. Y la palabra, en tanto lenguaje articulado, parece ser el resultado de un pecado de soberbia, una mordida a una fruta peligrosa. Es una blasfemia porque separa al hombre del resto de los seres, lo iguala a los dioses asegurándole el conocimiento del bien y del mal. Odiseo y Facundo nos enseñan que el erotismo está ante todo en el control que se ejerce sobre el discurso, y el discurso no se detiene, recupera por un breve instante algunos fragmentos y los pone a dialogar entre sí. Luego las astillas vuelven a dispersarse. Si la palabra y el saber acerca de nuestra propia muerte son los aspectos que nos separan del resto de la naturaleza, podríamos pensar el erotismo como una moral del lenguaje, una voluntad dirigida hacia el placer por la belleza en tanto modo consciente de apartarnos de la muerte. Una palabra que se controla y se desenvuelve para apartarnos del final.
Para que hayamos podido conocer la belleza, hemos tenido que ser conscientes de su fugacidad, saber que ella no nos pertenece para siempre. De allí que lo definamos como erótico. Mientras lo pornográfico se esfuerza por eliminar las elipsis, se apresura en llegar a la muerte; lo erótico es una fuerza contraria hacia la vida. La presencia de la muerte en lo erótico es contradictoria pues está allí en tanto algo que se debe evitar. Sin embargo, sin ella, lo erótico sería imposible. Tampoco habría belleza. Ambos conceptos se imbrican y se suponen de una manera extraña: la existencia de uno depende del otro aunque el esfuerzo sea por oponerse. Es así que el fenómeno erótico deja de ser una práctica humana sin intencionalidad, para convertirse en un boom monetarista, se hace de lo erótico un negocio rentable, se lo comercializa abusando del poco conocimiento sobre el erotismo que tienen las personas, los medios de comunicación, reproducen imágenes sexuales que llegan a lo inaceptable, abusan de la información y publicidad en forma directa o subliminal convirtiendo a la comunidad consumista, que se declara “democrática” o “libre pensadora”; aunque esta actitud es condenada aparentemente por las religiones y en especial por la religión católica. La conciencia del instante que huye nos fascina, deseamos aquello que muere; el saber que moriremos nos lleva a la búsqueda de la belleza con la ansiedad de quien se sabe finito. Así, el erotismo se impone como un ejercicio de la voluntad para prolongar el placer que nos causa la belleza. Prolongar el placer es ir en contra de la muerte. Lo inacabado de las obras de arte, aquel elemento que permite la interpretación, que atrae sobre sí el discurso de la crítica, es su defensa contra la muerte.
lunes, 16 de mayo de 2011
Marques de Sade: Cuentos historietas y fábulas
viernes, 13 de mayo de 2011
Marques de Sade, Cuentos, Historietas y fábulas... www.mislibroseroticos.com
Extracto del Libro Erótico: Cuentos, Historietas y Fábulas…
EL ALCAHUETE CASTIGADO
Durante la Regencia ocurrió en París un hecho tan singular que aún hoy en día puede ser narrado con interés; por un lado, brinda un ejemplo de misterioso libertinaje que nunca pudo ser declarado del todo; por otro, tres horribles asesinatos, cuyo autor no fue des- cubierto jamás. Y en cuanto a... las conjeturas, antes de presentar la catástrofe desencadenada por quien se la merecía, quizá resulte así algo menos terrible.
El señor de Savari, autor y ejecutor del proyecto, que se conformaba, aunque muy a gusto, con un único criado y una cocinera para no multiplicar los testigos de los excesos de su mansión, vio una mañana cómo se presentaba en su casa cierto individuo amigo suyo para rogarle que le invitara a comer.
-Diablos, con mucho gusto -le contesta el señor de Savari-, y para demostraros el placer que me proporcionáis, voy a ordenar que os saquen el mejor vino de mi bodega...
-Un momento -responde el amigo cuando el criado ha recibido ya la orden-, quiero ver si La Brie nos engaña..., conozco los toneles, voy a seguirle y a comprobar si realmente coge el mejor.
-Muy bien, muy bien -contesta el dueño de la casa siguiendo perfectamente la broma-; si no fuera por mi penoso estado, yo mismo os acompañaría, pero así me haréis el favor de ver si ese bribón no nos induce a error.
El amigo sale, entra en la bodega, coge una palanca, mata a golpes al criado, sube en seguida a la cocina, deja en el sitio a la cocinera, mata hasta a un perro y a un gato que encuentra a su paso, vuelve a la alcoba del señor de Savari que, incapaz por su estado de ofrecer la menor resistencia, se deja asesinar como sus sirvientes, y este verdugo impla- cable, sin turbarse, sin sentir el más mínimo remordimiento por la acción que acaba de perpetrar, detalla tranquilamente en la página en blanco de un libro que halla sobre la mesa la forma en que la ha llevado a cabo, no toca cosa alguna, no se lleva nada, sale de la casa, la cierra y desaparece.
La casa del señor de Savari era demasiado frecuentada para que esta atroz carnicería no fuera descubierta en seguida; llaman a la puerta, nadie contesta, y convencidos de que el dueño no puede hallarse fuera rompen las puertas y descubren el espantoso estado de la residencia de aquel desdichado; no contento con legar los detalles de su acción al público, el flemático asesino había colocado sobre un péndulo, adornado con una calavera que ostentaba como lema: «Contempladla para enmendar vuestra vida», había colocado, repito, sobre esta frase un papel escrito en el que se leía: «Ved su vida y no os sorprenderéis de su final.»
Una aventura semejante no tardó en provocar un escándalo; registraron por todas partes y el único objeto que encontraron que guardara alguna relación con esta cruel escena fue
la carta de una mujer, sin firma, dirigida al señor de Savari y que contenía las palabras siguientes:
«Estamos perdidos, mi marido acaba de enterarse de todo, pensar en el remedio, sólo Paparel puede aplacar su espíritu; haced que hable con él, si no, no hay ninguna salvación.»
Un tal Paparel, tesorero del extraordinario de la guerra, hombre amable y con buenas relaciones, fue citado: admitió que visitaba al señor de Savari, pero que, de más de cien personas de la ciudad y de la corte que acudían a su casa, a la cabeza de las cuales podía colocarse el señor duque de Vendôme, él era de todas ellas uno de los que menos le veía.
Varias personas fueron detenidas y puestas en libertad casi en seguida. Pronto se supo bastante como para convencerse de que aquel asunto tenía ramificaciones innumerables que, al comprometer el honor de los padres y maridos de la mitad de la capital, iban a desacreditar públicamente a un infinito número de personas de
miércoles, 11 de mayo de 2011
Cuentos, Historietas y fábulas del Marques de Sade, www.mislibroseroticos.com
EL FINGIMIENTO FELIZ (O LA FICCIÓN AFORTUNADA)
Hay muchísimas mujeres que piensan que con tal de no llegar hasta el fin con un aman- te, pueden al menos permitirse, sin ofender a su esposo, un cierto comercio de galantería, y a menudo esta forma de ver las cosas tiene consecuencias más peligrosas que si su caí- da hubiera sido completa. Lo que le ocurrió a la marquesa de Guissac, mujer de elevada posición de Nimes, en el Languedoc, es una prueba evidente de lo que aquí proponemos como máxima.
Alocada, aturdida, alegre, rebosante de ingenio y de simpatía, la señora de Guissac creyó que ciertas cartas galantes, escritas y recibidas por ella y por el barón Aumelach, no tendrían consecuencia alguna, siempre que no fueran conocidas y que si, por desgracia, llegaban a ser descubiertas, pudiendo probar su inocencia a su marido, no perdería en modo alguno su favor. Se equivocó... El señor de Guissac, desmedidamente celoso, sos- pecha el intercambio, interroga a una doncella, se apodera de una carta, al principio no encuentra en ella nada que justifique sus temores, pero sí mucho más de lo que necesita para alimentar sus sospechas, coge una pistola y un vaso de limonada e irrumpe como un poseso en la habitación de su mujer...
-Señora, he sido traicionado -le ruge enfurecido-; leed este billete: él me lo aclara, ya no hay tiempo para juzgar, os concedo la elección de vuestra muerte.
La marquesa se defiende, jura a su marido que está equivocado, que puede ser, es ver- dad, culpable de una imprudencia, pero que no lo es, sin lugar a duda, de crimen alguno.
-¡Ya no me convenceréis, pérfida! -le contesta el marido furibundo-, ¡ya no me convenceréis! Elegid rápidamente o al instante este arma os privará de la luz del día.
La desdichada señora de Guissac, aterrorizada, se decide por el veneno; toma la copa y lo bebe. -¡Deteneos!-le dice su esposo cuando ya ha bebido parte-, no pereceréis sola; odiado por vos, traicionado por vos, ¿qué querríais que hiciera yo en el mundo? -y tras decir esto bebe lo que queda en el cáliz.
-¡Oh, señor! -exclama la señora de Guissac-. En terrible trance en que nos habéis colo- cado a ambos, no me neguéis un confesor ni tampoco el poder abrazar por última vez a mi padre y a mi madre.
Envían a buscar en seguida a las personas que esta desdichada mujer reclama, se arroja a los brazos de los que le dieron la vida y de nuevo protesta que no es culpable de nada. Pero, ¿qué reproches se le pueden hacer a un marido que se cree traicionado y que castiga a su mujer de tal forma que él mismo se sacrifica? Sólo queda la desesperación y el llanto brota de todos por igual. Mientras tanto llega el confesor...
-En este atroz instante de mi vida -dice la marquesa- deseo, para consuelo de mis pa- dres y para el honor de mi memoria, hacer una confesión pública -y empieza a acusarse en voz alta de todo aquello que su conciencia le reprocha desde que nació.
El marido, que está atento y que no oye citar al barón de Aumelach, convencido de que en semejante ocasión su mujer no se atrevería a fingir, se levanta rebosante de alegría.
-¡Oh, mis queridos padres! -exclama abrazando al mismo tiempo a su suegro y a su suegra-, consolaos y que vuestra hija me perdone el miedo que la he hecho pasar, tantas preocupaciones me produjo que es lícito que le devuelva unas cuantas. No hubo nunca ningún veneno en lo que hemos tomado, que esté tranquila; calmémonos todos y que por lo menos aprenda que una mujer verdaderamente honrada no sólo no debe cometer el mal, sino que tampoco debe levantar sospechas de que lo comete.
La marquesa tuvo que hacer esfuerzos sobrehumanos para recobrarse de su estado; se había sentido envenenada hasta tal punto que el vuelo de su imaginación le había ya hecho padecer todas las angustias de muerte semejante. Se pone en pie temblorosa, abraza a su marido; la alegría reemplaza al dolor y la joven esposa, bien escarmentada por esta terrible escena, promete que en el futuro sabrá evitar hasta la más pequeña apariencia de infidelidad. Mantuvo su palabra y vivió más de treinta años con su marido sin que éste tuviera nunca que hacerle el más mínimo reproche.